jueves, 17 de marzo de 2016

El pingüino surfeador

Érase una vez un pingüino llamado Jose Aldo. Él surfeaba y era muy bueno, pero mucha gente se metía con él ya que tenía un aspecto bastante peculiar. Era gordito, con mechas rubias en las cejas y un pico amarillo.
Jose Aldo tenía un amigo y a su vez vecino llamado Romualdo. Un día se fueron juntos a surfear . Ese día resultó que había mal tiempo y el mar estaba revuelto y desgraciadamente Jose Aldo se cayó de la tabla y fue arrastrado por la marea.

Intentó llegar a la orilla, pero no pudo hacer nada contra las fuerzas de la olas motivadas por el mal tiempo.

Jose Aldo se quedó inconciente, ya que había tragado mucha agua,  y así fue como llegó a una isla .

La isla parecía un volcán. Al despertar Jose Aldo no lo supo ya que solo veía árboles y más árboles.

Vio unos troncos de madera tirados en el suelo que habían sido derribados por el fuerte viento.

Cogió aquellos troncos e intentó hacer una balsa. Tenía que hacerlo lo antes posible ya que él no sabía que iba a erupcionar el volcán.

Sintió un temblor tras otro. No sabía que hacer, así que intentó ver que estaba pasando en la isla.

Entonces se encontró con un náufrago que era un mono.

-¿Cómo has llegado aquí?- Le preguntó Romualdo.
-Estaba pescando y una tormenta me pilló -respondió el mono -Se llenó mi barca de agua por la lluvia, y conseguí salvarme gracias a unos tablones de madera que tenía sueltos por el barco.

El náufrago le ayudó a Jose Aldo a subirse en una roca que estaba pegada a una palmera.

Desde esa altura podía ver lo que estaba sucediendo.

Vio que estaba erupcionando el volcán y rápidamente se fueron a juntar los tablones de madera con los troncos que habían derribados por la tormenta.

Consiguieron hojas de palmera que estaban en el suelo y ató los troncos e intentaron irse remando con un palo.

Resulta que ese día también había tormenta gracias a la erupción del volcán, pero Jose Aldo pensó que esta vez no iba a ser derribado por la tormenta, así que se sujetó con el mono a los troncos.

Ya casi estaban llegando a la orilla de la playa de la que había salido y donde todos pensaban que se había ahogado.

Todas las personas de la playa le estaban viendo y a su increible valentía. Le pidieron perdón por meterse con él,
Y así es como se salvaron José Aldo y también el mono.

Moraleja: LA UNIÓN HACE LA FUERZA


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